Ensalada de queso tronchón con vinagreta a la miel

Nueva receta sencilla y rápida que se come fresquita, se trata de una ensalada que recomiendo servir en cuencos individuales, nuevamente es mi aportación a Recetario Mañoso de Julio dedicado al queso Tronchón.

Ensalada de queso tronchón con vinagreta a la miel

Ingredientes:
– lechuga lollo rosso (de nuestro huerto)
– un puñado de cerezas
– pasas
– nueces
– queso tronchón
– 4 cucharadas de aceite de oliva virgen extra
– 1 cucharada de vinagre de arroz
– 1 cucharilla de miel
– sal Maldon

1.- Deshuesar las cerezas y cortar en trocitos agradables a la boca el resto de ingredientes, componer cada ensalada echando la lechuga lollo rosso (que está recién cogida de nuestro huerto) luego las cerezas, las pasas, el queso y las nueces.

Paso a paso de la ensalada de tronchón

2.- Realizar la vinagreta con una relación de 4 de aceite a 1 de vinagre, en mi caso, 4 cucharadas de aceite de oliva virgen extra, 1 cucharada de vinagre de arroz (puede ser manzana o similar), una cucharilla de miel y una pizca de sal Maldon, removemos y vertemos sobre los cuencos.

¡Buen Provecho! y recuerda que hasta el día 10 hay tiempo para participar con los mañosos.

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10 pensamientos sobre “Ensalada de queso tronchón con vinagreta a la miel”

  • Perfecta, Jose. Estos calores nos están matando y las ensaladas son lo único que me apetece comer estos días.
    Me encanta como queda el tronchon bañado con ese aceitico.

    Pochoncicos.

  • Tengo una una vieja (vaya sin demérito de su eterna -intemporal- juventud) amiga de «guateques», luego, alumna mía de la Facultad y, después amiga incondicional (a pesar de que se ha vuelto Princesa Real -consorte- Pretendiente al Trono de no-se-qué [sí que lo se]) que, buenamente, decidió construirse la «casa solariega» de sus antepasados y, un día, calentándonos (los pies, no pienses mal ¿o bien?) en la antigua cadiera que se acababa de construir junto al fuego central de la estancia (también, como todo lo demás, recién construido), le propuse aderezarle un ahumador en el vórtice de la chimenea, lo que así hice con ayuda de su «mortadelo» (mayordomo, huertano, chofer y maestresala) sarraceno y unos cuantos trozos de acero corrugado que encontré en el huerto-jardín versallesco. Hubo que estrenar el sahumerio y, como no había otra cosa, coloqué en la rejilla un trochón agrio y repugnante de la zona del Mararraña. Al cabo de un día, comimos un queso delicioso… y es que, a los viejos, nos encanta contar batallas que no vienen a cuento.

    Un abrazo
    Juan

    • Vaya queso con historia y yo casi lanzo la receta sin introducción. Batallas de estas son las que nos gusta escuchar que son mejor que cualquier película de la tele. Abrazos.

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